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lunes, 17 de noviembre de 2014

AÑORANZA
Decido no hacer crema, puré ni otros guisos similares y enciendo el horno.
La cojo entre mis manos y pienso si costará partirla pero no ocurre así, cosa que me alegra, en un momento tengo dos mitades similares, sólo tengo que meterlas en la bandeja del horno tal cual y esperar, la Callas me acompaña desde el ordenata.
Mientras el calor hace su marcha todo parece en armonía e inevitablemente aparece ella en mi mente, le enloquecía la calabaza asada, era como una niña con vestido nuevo, la ilusión de comprarla, de sacarla a la mesa, de ofrecerla y por fin  de saborearla, no podía  parar de comer y mientras la mejor de su sonrisa aparecía el rostro se le iluminaba, toda ella se convertía en pura inocencia.  A mí nunca me volvió loca la calabaza pero siempre la probaba para no decepcionarla. No tenía yo tiempo entonces de hacer calabaza asada...... o ganas....quién sabe. Pero sé que ésta le encantaría, y entonces abro el horno y espero un rato y la saboreo y no puedo parar de comer y está muy dulce y me parece la mejor calabaza del mundo y entiendo entonces a mi madre y pienso como me gustaría poder ofrecerle un buen pedazo y siento que ya no está, que se fue de golpe, muy rápido aquel anochecer y yo sigo comiendo y nunca una calabaza me supo tan tan buena, buenísima, sabrosa, excepcional,  y tengo añoranza de madre   ............y la Callas sigue cantando, fuerte sigue cantando, fuerte, muy fuerte.

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